domingo, 30 de noviembre de 2014

Preámbulo: Marcos Pérez Jiménez: Enero de 1958 – La Caída del Régimen



    El 19 de abril la Asamblea designó a Marcos Pérez Jiménez, presidente “constitucional” de la República, para el período 1953-1958.

La libertad de expresión estaba segada debido a que las publicaciones políticas quedaron prohibida, y unas juntas de censura controlaban la prensa, ordenando cierres temporales por cualquier desacierto, y generando una prudente autocensura.

Pero al mismo tiempo surgía una prensa de circulación clandestina, leída con mucha atención. La censura actuó incluso contra algunas comedias teatrales y radio-novelas.

Mientras que para la educación era evidente el interés del gobierno en esta materia ya que casi la mitad de la población en edad escolar había dejado de matricularse en los planteles oficiales, la formación de docentes disminuyó; lo que causaba menos conocimientos, menos críticas. Reemplazando esta insuficiencia, se desarrolló la educación privada.

El apoyo norteamericano, factor externo, se mantuvo intacto hasta enero de 1958 en donde se va forjando la caída del régimen, ya que los factores internos de poder que respaldaron a Marcos Pérez Jiménez desde el 24 de noviembre de 1948 tales como la iglesia, la burguesía y las fuerzas armadas se fueron pronunciando en su contra.
Para el 21 de enero de 1958 La Junta Patriótica planteó la necesidad de llamar a huelga general para demostrar el repudio de la sociedad contra la dictadura.

Los principales periódicos eran entonces El Nacional, El Universal, Últimas Noticias, La Esfera, La Religión, Panorama de Maracaibo, El Carabobeño de Valencia, y el pequeño periódico de la colonia italiana, La Voce d’ Italia. Desde el inicio de la crisis política, algunos periódicos ya habían intentado acciones de protesta; varios trabajadores gráficos, periodistas, articulistas, directores y hasta dueños de periódicos estaban detenidos desde hace varios días.

La Asociación Venezolana de Periodistas y la Federación de Trabajadores Gráficos se activaron en la preparación del paro. Por lo que en la noche del 20 de enero, los periódicos ya se estaban sumando al paro.

Es así como el 21 de enero de 1958, Caracas y las ciudades del interior amanecieron sin periódicos por lo que la población sintió que, al final “iba a pasar algo”.

Durante la mañana, pese al despliegue policial en las calles, la juventud de los partidos políticos siguió realizando llamados a huelga, los militantes merodeaban por los alrededores de las plazas principales, para concurrir y concentrarse en ellas al iniciarse la huelga.

         Por lo que durante el día la gente salió a la calle y desde los balcones se empezó a gritar “¡Abajo la dictadura! ¡Muera Pérez Jiménez!”. Los militantes recorrían las avenidas de Caracas para mantener un clima de agitación, entre protestas en distintos sitios de la ciudad, como El Silencio, la plaza La Concordia, Catia, entre otros. De manera que los puestos de asistencia se declararon en emergencia al final de la jornada, de donde se contabilizaban 58 muertos y 254 heridos.

         A las 4 de la tarde, al constatar que la situación estaba desbordándose, el gobierno decretó el toque de queda en la capital.

         Pérez Jiménez por su parte durante este día se encontraba en su despacho, recibiendo información de lo que iba aconteciendo, tratando de controlar la situación que se daba en las calles y los movimientos alarmantes en el seno de las fuerzas armadas.

         Para el 22 de enero la jornada cívica se había extendido, ya para la noche habían unos 300 detenidos en los sótanos de la Seguridad Nacional.

         La caída del régimen era inminente, la conspiración militar se extendía a los cuarteles. Varios oficiales de la Marina, entre ellos el capitán de navío José Vicente Azopardo, estaban en contacto con la Junta Patriótica.

         Desde su despacho, Pérez Jiménez empezó a comunicarse con los más altos oficiales, instándolos a mantenerse leales. La mayoría se rehusó abiertamente, empezando por el comandante en jefe de la Marina, el contralmirante Wolfgang Larrazábal, quien lideraba el movimiento más activo, el de la Armada. No obstante, aún había algunos oficiales que planteaban la necesidad de someter el movimiento por las armas. Pérez Jiménez se negó, dándose cuenta de que el gobierno ya estaba caído.


         A las 3 de la madrugada del 23 de enero, ya habiéndose despedido de los miembros de su gabinete, Pérez Jiménez se dirige con su familia y allegados al aeropuerto de La Carlota, huyendo hacia Santo Domingo en el avión presidencial bautizado La Vaca Sagrada.

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