El 19 de abril la Asamblea designó a Marcos Pérez Jiménez, presidente “constitucional” de la República, para el período 1953-1958.
La
libertad de expresión estaba segada debido a que las publicaciones políticas
quedaron prohibida, y unas juntas de censura controlaban la prensa, ordenando
cierres temporales por cualquier desacierto, y generando una prudente
autocensura.
Pero
al mismo tiempo surgía una prensa de circulación clandestina, leída con mucha
atención. La censura actuó incluso contra algunas comedias teatrales y
radio-novelas.
Mientras
que para la educación era evidente el interés del gobierno en esta materia ya
que casi la mitad de la población en edad escolar había dejado de matricularse
en los planteles oficiales, la formación de docentes disminuyó; lo que causaba
menos conocimientos, menos críticas. Reemplazando esta insuficiencia, se
desarrolló la educación privada.
El
apoyo norteamericano, factor externo, se mantuvo intacto hasta enero de 1958 en
donde se va forjando la caída del régimen, ya que los factores internos de
poder que respaldaron a Marcos Pérez Jiménez desde el 24 de noviembre de 1948
tales como la iglesia, la burguesía y las fuerzas armadas se fueron pronunciando
en su contra.
Para
el 21 de enero de 1958 La Junta Patriótica planteó la necesidad de llamar a
huelga general para demostrar el repudio de la sociedad contra la dictadura.
Los
principales periódicos eran entonces El
Nacional, El Universal, Últimas Noticias, La Esfera, La Religión, Panorama de Maracaibo, El Carabobeño de Valencia, y el pequeño
periódico de la colonia italiana, La
Voce d’ Italia. Desde el inicio de la crisis política, algunos periódicos
ya habían intentado acciones de protesta; varios trabajadores gráficos,
periodistas, articulistas, directores y hasta dueños de periódicos estaban
detenidos desde hace varios días.
La
Asociación Venezolana de Periodistas y la Federación de Trabajadores Gráficos
se activaron en la preparación del paro. Por lo que en la noche del 20 de
enero, los periódicos ya se estaban sumando al paro.
Es
así como el 21 de enero de 1958, Caracas y las ciudades del interior
amanecieron sin periódicos por lo que la población sintió que, al final “iba a
pasar algo”.
Durante
la mañana, pese al despliegue policial en las calles, la juventud de los
partidos políticos siguió realizando llamados a huelga, los militantes
merodeaban por los alrededores de las plazas principales, para concurrir y
concentrarse en ellas al iniciarse la huelga.
Por lo que durante el día la gente
salió a la calle y desde los balcones se empezó a gritar “¡Abajo la dictadura!
¡Muera Pérez Jiménez!”. Los militantes recorrían las avenidas de Caracas para
mantener un clima de agitación, entre protestas en distintos sitios de la
ciudad, como El Silencio, la plaza La Concordia, Catia, entre otros. De manera
que los puestos de asistencia se declararon en emergencia al final de la
jornada, de donde se contabilizaban 58 muertos y 254 heridos.
A las 4 de la tarde, al constatar que
la situación estaba desbordándose, el gobierno decretó el toque de queda en la
capital.
Pérez Jiménez por su parte durante este
día se encontraba en su despacho, recibiendo información de lo que iba
aconteciendo, tratando de controlar la situación que se daba en las calles y
los movimientos alarmantes en el seno de las fuerzas armadas.
Para el 22 de enero la jornada cívica
se había extendido, ya para la noche habían unos 300 detenidos en los sótanos
de la Seguridad Nacional.
La caída del régimen era inminente, la
conspiración militar se extendía a los cuarteles. Varios oficiales de la
Marina, entre ellos el capitán de navío José Vicente Azopardo, estaban en
contacto con la Junta Patriótica.
Desde su despacho, Pérez Jiménez empezó
a comunicarse con los más altos oficiales, instándolos a mantenerse leales. La
mayoría se rehusó abiertamente, empezando por el comandante en jefe de la
Marina, el contralmirante Wolfgang Larrazábal, quien lideraba el movimiento más
activo, el de la Armada. No obstante, aún había algunos oficiales que
planteaban la necesidad de someter el movimiento por las armas. Pérez Jiménez
se negó, dándose cuenta de que el gobierno ya estaba caído.
A las 3 de la madrugada del 23 de
enero, ya habiéndose despedido de los miembros de su gabinete, Pérez Jiménez se
dirige con su familia y allegados al aeropuerto de La Carlota, huyendo hacia
Santo Domingo en el avión presidencial bautizado La Vaca Sagrada.
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